Opinión: Esclavos de la tecnología
(Opinión).-
Por: David Ruiz Sevilla
Docente y escritor
davidruizsevilla@hotmail.com
Albert Einstein, decía: “Como una navaja de afeitar en manos de un niño de tres años, los progresos se han vuelto un arma peligrosa”. Las tecnologías de la información y la comunicación ofertan cada vez, más y mejores aplicaciones, las mismas que podrían ser utilizadas adecuada o inadecuadamente.
Hoy, es común ver a diario, a millones de jóvenes alejados de la realidad y mirando fijamente la pantalla de sus teléfonos móviles, aparatos convertidos ya en armas de alienación masiva.
Qué bien, que las redes sociales se utilicen para contactar a familiares y amigos, e intercambiar mensajes de manera respetuosa. Pero qué absurdo, que dichas redes sean utilizadas para que algunos demuestren lo peor que tienen dentro, o mejor dicho, para que se muestren cómo son, cómo piensan y qué son capaces de hacer: jovencitas que se exhiben desnudas; jovencitos que se tratan entre ellos como si todos tuvieran por nombre el órgano sexual de los animales; gente que insulta a quien le cae mal; politiqueros que no debaten ideas, sino que agreden verbalmente a quienes piensan distinto.
Nada podemos hacer para detener el avance de la tecnología; pero, sería bueno que, sobre todo los padres de familia, inculquen en sus hijos la práctica de valores, y controlen el uso adecuado de los aparatitos que desde los tres años, niñas y niños los manejan a la perfección.
El problema es que, muchos padres de familia han perdido toda autoridad sobre sus hijos: “No me obedece”, “Hasta me quiere pegar a mí”, confiesan impotentes. Con pésima materia prima, los docentes no podemos hacer ninguna obra de arte. “Juventud, divino tesoro”, exclamaba el poeta nicaragüense Rubén Darío, “Juventud, tesoro perdido”, parece gritar la realidad actual.
Muchos jóvenes son víctimas pasivas de toda moda novelera; objetos de manipulación por parte de ingenieros sociales que buscan afectarles, para que a su vez quede garantizada la afectación a las futuras generaciones. Son muy pocos los jóvenes que escapan a estas trampas.
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